Se cierran ciclos.
Nacen vidas, que son abandonadas a su suerte.
Rescatadas por otras vidas que quieren implicarse.
Así ocurre, así pasa.
A veces llegamos, otras no.
Cuando no llegamos sentimos rabia e impotencia. Cuando llegamos activamos el protocolo, que es básicamente empezar a mejorar la vida del peludo rescatado.
Y ahí, entramos todos.
Nosotros que nos involucramos, tú que te implicas, el otro que difunde, el que comparte, el que dona, hasta llegar al que adopta responsablemente, cerrando el ciclo.
A veces, somos muy estrictos en cómo hacemos las cosas, pero nuestro único objetivo es que el peludo, que es nuestra responsabilidad, jamás vuelva a ser abandonado, maltratado o que tenga que iniciar sus costumbres desde cero nuevamente.
Su bienestar es nuestro único objetivo y cuando nos sentimos inseguros y con miedos, cogemos esas señales como que tal vez no es su momento.
Nuestro último ejemplo es Audrey.
Se va lejos, pero la sentimos tan cerca porque ha caído en tan buenas manos, que se cierra su ciclo, pero siempre, al igual que el resto de los que han pasado por la familia sospeludera, seguirá siendo «nuestra».
Los vínculos que se crean en estas relaciones son difícilmente irrompibles, sobre todo, cuando los adoptantes ponen de su parte.
Esto es así, una bonita cadena, formada por eslabones en los que cada cual pone algo. Todo suma, todo hace. Lo importante es no quedarse quieto, actuar y juntos CAMBIAR SUS VIDAS!!
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